lunes, 29 de diciembre de 2014

Lacrau... un mundo sin palabras

REQUISITO PARA LEER: Mírala. ¿De nuevo no sabes cómo hacerlo? Ni yo, si no fuera por Márgenes, imagino que ni sabría que existía. Pero vamos, esta cosa existe, y si te esmeras, la hallarás. Y hazlo, porque este filme vale oro, de veras. Dicho esto, pasa y léeme.


     En esta película, como si se tratase (confieso que acabo de buscar en Google si es «tratase» o «tratara») de una sin sonido, tiene entre sus momentos enteramente pictóricos, frases, carteles. En portugués, idioma original del filme, y gracias a Márgenes (o quién haya subtitulado esto), en español. Hay una frase que tiene por núcleo el vocablo que da título a esta producción significa «alacrán». ¿Saben qué es? ¿Es lo mismo decir sapo y rana? No. ¿Lo mismo pasa acá entre alacrán y escorpión? No. Según la sacrosanta RAE, son iguales. Pero me quedo con alacrán; fonéticamente, es parecida a «lacrau». ¿Por qué ponerle a algo esa palabra? Busco entenderlo y tras unos segundos apenas, concluyo que no entiendo un carajo. Entonces veo la sinopsis de esta peli en Márgenes, y me topo con el escorpión «busca la curva donde el hombre se ha perdido a sí mismo». Emprende entonces su diáspora personal. Y no vayan a pensar en O Alquimista (1988), escrita en mismo idioma que Lacrau. Esto es más que un viaje a medio construir mal planificado. Es un señor viaje con todo pagado y sin escalas a... lo que tienes arriba de ti. No el techo. El cielo. ¿Lo ves? Ocupa la otra mitad del espacio en el que pasarás (o pasaste) tus 365 días este 2014. Y es tu puerta más elemental a tu comprensión de la vida y de tu nexo con este planeta.


«Si la víbora escuchara, y el alacrán pudiera ver...
no habría quien escapara».

     Hace tiempo, años ya, vi Arjuna. Es un anime de finales de los noventa. Es diferente de lo que uno suele ver en el listado de cualquier escalafón. Es casi como Lain, otra joya de esos años. Los descubrí a ambos gracias a Locomotion. El punto es que el primer anime es especial debido a la propuesta de su historia, que intenta revertir la noción de que somos los humanos los responsables de la destrucción de la Tierra, y que podemos ser héroes de la misma si es que podemos. A los largo de sus, creo, 13 capítulos, se desarrollan aventuras de descubrimiento personal y también ecológico, global. Estas consideraciones quedan realzadas por la música, a cargo, vocalmente, de la preciosa Maaya Sakamoto. De veras que le tengo camote a esta mujer. Sufrí algo al leer que se había casado. Joder. Jajaja... pero, frustraciones aparte, es una buena cantante, de tono cándido, como una aparición élfica en medio de un bosque encantado, con alitas y vestido transparente, brilloso... vale, eso penúltimo iba a más tirado a otra cosa, pero igual. Bueno, ¿a dónde quiero llegar? A Lacrau. La primera joya (las otras son buenas, pero está es excelente) que me otorga Márgenes este moribundo año: una declamación magistral de amor por la naturaleza. Eso es. Puntual... y hermoso.



Con el vaivén del viento

A punto de abandonar un presente que le da la espalda a los detalles.
     De João Vladimiro, realizador portugués, se podría decir ante un primer visionado (aunque si es el primero de primeros en filmes de esta índole, tal vez no llegue a completarse) que sólo ha cogido su cámara y grabado por grabar, paisajes, escenas rurales, panorá-micas hermosas de por sí, lo cual reduciría su trabajo a nada. Y yo les digo: no he visto ningún final de filme tan similar al viaje dimen-sional del astronauta en 2001: A Space Odyssey como el que ostenta este título del este portuense (nacido en Oporto). Halagos aparte, hay tomas de este filme que me hicieron recordar al plano emblema de Paraíso (2010), ese donde hay un árbol que curiosamente sigue en pie en medio de la aridez (vamos, un inmenso arenal) cuantiosa que lo rodea. La idea es la misma: el contraste marcado entre modernidad y naturaleza, qué sinónimos precisamente no son. Como decía, no es coger la cámara y grabar por grabar. Uno tiene que saber dotar de ritmo y de mensaje cada cosa que se registra. Conseguir ambos en armonía total es, por mucho, difícil, ya que no trabajas con los signos convencionales, sino que tú mismo los sugieres, tú mismo decides cuáles pueden transmitir algo determinado y, en consecuencia, esperas que transmitan eso. Es arriesgado. El espacio entre las cosas (2013) lo fue. Hace pocos meses, vi una película con un amigo en el Museo de la Nación, en el marco de un festival, y pues, era Cable a tierra (2013), de Karina Cáceres, la película que más me gustó de todas las que estaban en competición (en sí vi esa y tres más, no vi todas jaja). Estas películas son propuestas riesgosas, porque debido a estar bombardeados por (sobre todo esto...) cine hollywodense, ese que es plástico y hecho papilla para poderse digerir hasta por la oreja, no hay claridad respecto a algo tan novedoso como la no narración, la narración abierta, sin aparente trama pero con un compás mil veces mejor que cualquier peli de 500 millones de dólares, con exposiones, CGI y mucho croma (o en su defecto, comedias o dramas de burdo contenido).
   
     Hay algo llamado Semiótica, señores que nunca me llegaron a enseñar en la universidad, aunque todos los profesores de audio-visuales que teníamos hacían hincapié en que era un curso importante. Es el estudio de los signos y todas sus peculiaridades. ¿Recuerdan de colegio el tema de signo lingüístico? El significado era el sonido, la palabra, y el significante la imagen mental que teníamos de aquello. Esto es tirado al área gramatical, pero fuera de eso, hay más tipos de signos. Hay signos en todo lo que vemos y oímos y olemos y saboreamos y palpamos. Existe un significante en la cabeza del cineasta, en este caso, Vladimiro, y luego nosotros al verlo le otorgamos uno distinto, por más que hayamos presenciado el mismo significado que el portuense. ¿Polisemia? Pues sí, ocurre que en este tipo de cine aparece este fenómeno. Audiovisual, recuérdenlo. Lacrau empieza con una aparente historia, y luego se emprende un viaje (literalmente), vemos la cámara viajando por la noche, alejándose de la ciudad, de las luces artificiales y el incesante ir y venir de las gentes. Para que esta película pueda manifestarse, tiene que ir a los refugios puros, a los monasterios verdes, etc., cualquier lugar exento de siglo XXI. Y lo halla, y no resulta excluyente eximir a los humanos de esto. Ellos son (somos) parte de la naturaleza, y armado con una Super-8, João Vladimiro se propone registrar el espíritu esencial de los humanos y el legado inmarcesible de su entorno. 
     El progreso es lo que es debido a su desprendimiento del orden en el que se forjó hace milenios con las primeras grandes culturas. El vacío y la mecanización de la vida son algo que pesa gravemente en cada escena de esta película (funciona así: pones un A tan opuesto a B, que siempre vas a evocar a B en lugar de A), pues nos reconcilia en su hora y media de duración, nos encariña con ese tesoro que ningún dinero ni fortuna o prestigio ruti-lante puede conseguirnos. Somos nosotros, pero en la vieja escuela, antes de ser engullidos por el sistema actual. Vamos, que yo también estoy jodido. Si tuviera más terabytes para mi ordenador, entre peli y peli que busque para descargar, seguro también buscaría juegos, vamos, me bajaría el Batman: Arkham Origins. ¿Qué hacer? La verdad es una: si te la pasas filosofando y eso, pues te cagas porque el dinero no te va a llover del cielo. Gran dilema, ¿no? Por estas cosas no me imagino el futuro de acá a 100 años. Y no pienses en las mierdas de Hollywood (sólo en su mayoría; siempre hay hierbabuena entre la maleza) respecto a esta cuestión, que eso es como perfumar a lavanda un charco de estiércol.


La ley de cemento

     Hace años viajé a Huánuco. Vi de primera mano el asesinato de un cerdo. Era simple: lo amarran de las patas, le acuchillan la garganta, ponen un bol de plástico debajo, esperan que se desangre todito y ya, listo para trozar. Obviamente, para esto se le tuvo que agarrar y maniatar previamente, tarea que resulta ardua por la ferocidad del animal, imagino que presintiendo su muerte. Como escribo esto desde 2014, un año donde los animales y los diversos y malsanos actos de violencia hacia ellos han estando dando la hora, acotaré algo. Esto que he descrito ocurre en Lacrau. Y aunque en 20 años más se prohíban comer animales o tocarlos siquiera, repetiré algo que saben pero tal vez olvidan a menudo: somos cordados, animales, por ende, que como los demás, nos alimentamos de otros. Claro que están los defensores de la idea de que sin carne se puede vivir bien, y mejor de hecho. No me consta, no he averiguado. Sólo tomo un hecho puntual, que es el cómo hemos vivido siglos atrás. ¿De vegetales? Sí, y de carne, de matar cerdos, ovejas, vacas, gallinas, perros, etc. Hoy la mentalidad y las consideraciones a estos actos, incluso naturales en los 90 (yo veía como aniquilaban pollo al por mayor), ganan una postura más definida. ¿Lo que se ve en la película es censurable? Así viven esas personas, en ese poblado al que fue Vladimiro (tengo entendido que es Covas do Monte). Y registra esa matanza, a los hatos de cabras que por ahí pasean, y vacas andando. En fin, vida rural (con la cuál soy más afín). Así es. Al menos eso, así de correspondido con el pasado de los grupos humanos que hacían lo mismo, sigue sin perder su rótulo de «natural». La ley del más fuerte, un dicho famoso referido a la vida salvaje de las especies, ha sido (quiéranlo o no) el fundamento madre de que hoy estemos acá.

     Tras lo visto, se puede adicionar otro incidente. Esta parte de la crítica u opinión o lo que esto sea, quiero llevarla a graficar las etapas del hombre en función del alcance de sus inventos. Primero, el hombre como tal es un ser pequeño, débil y vulnerable (todos cargamos, bajo el nombre que sea, el miedo). El hombre teme a los rayos y el granizo. Lo venera. Luego, el ingenio se aguza y las manos obran creaciones que facilitan más poder al hombre. Desde aquí, cuando el miedo cede y se vuelve interés y curiosidad, empieza una etapa de desarraigo de sus orígenes. La idea religiosa se mantiene, cuan pertinente siga siendo, y la extracción de frutos de la tierra (en todos los reinos naturales) se incrementa sin considerar los números rojos sobre los que, en términos productivos, comienza a caer. Llegamos a la edad contemporánea, la fase de la especulación y las mesocracias, encaminada de nuevo a un nuevo sentido de orígenes: el miedo por la guerra. Y hoy en día, las armas existentes en este planeta son capaces de destruirlo.. ¿tres veces? Prosigo. Con todo lo vivido, hay un esquema que se refleja en Lacrau: temor-contemplación-ruina-contrición. Estamos en la parte de «ruina» en nuestra historia. Entre más desconectados estemos de la misión y las obligaciones que tenemos para con la naturaleza, llegaremos a la cuarta etapa, que en la película se ilustra (las líneas de Simplicío, por ejemplo) no con destrozos, pues apenas y vemos un charco de agua titilando, sino con los efectos de los mismos: tinieblas. En todo lo que se ve se percibe mayor oscuridad. Es la vuelta, el retorno necesario porque la vida en este sistema no es viable en las montañas altas. Necesitamos el dinero, el carro, la comida cara, sábanas limpias, matar ratas y cucarachas, ser mejores personas no por convicción sino por imitación, además de fundirnos en la nada semántica que es salirnos de la Tierra y jugar algo, como yo hago al meterme en partidas de Dota o Legion TD, o Final Fantasy, en fin. Y no sólo yo, los que, como decía Marco Aurelio Denegri, incurren en la cacosmia. Jaja, acabo de evocar el final de Trainspotting (1997)... ¡el mismo Renton lo admite!
Esto sale al inicio (partida) y al final (retorno) del filme.
Inmejorable metáfora (luz, ambiente, etc.) de lo que somos
.
     Le puse a esta parte «ley de cemento» por la rigidez de la vida, por la sensación de ahogo que debe sentir un hombre o una mujer cuando se topa a solas consigo mismo en la ducha o los minutos finales antes de dormir o, referencia muy en boga, cuando tiene sexo y se siente un muñeco vacío. Tenemos un cerebro que nos zambulle en ansiedad; vamos, en envidia. Nunca se tiene suficiente. De esto analoguemos que Vladimiro pudo haber pensado, antes de gestar esta película, que tenía que hacer algo único, no más productos similares que fueran a hacer cola en los festivales indies. Frente a este dilema puede parecer que uno peca de pretencioso. Pero ya lo dice el dicho: poco aprieta el que mucho abarca. El tipo estaba preparado y nos ha dado una estupenda poesía de hora y media. Espero que con esto no haya tenido suficiente y siga moldeando sus ideas para traerlas a la realidad. «Si puede ser pensado, puede ser filmado». Lo afirmó Kubrick, ¿no? Aunque suene fuera de lugar, el cierre número uno de Death Note es perfecto para exhibir mi postura. Búsquenlo y mediten la letra del tema, Alumina. ¿Somos o no somos así?


El lenguaje de la eterna madrugada

     Jauja (2014). Tengo un amigo... hace un año no lo veo, como sea, en la universidad lo era, y el punto es que siempre comenta, por redes sociales, mucho sobre esta peli, resaltando que es la de mejor fotografía de este año. Me la bajé hace dos días. Debido a este festival, Márgenes, y su inminente cierre el 31 de diciembre (o sea, en tres días) no tengo tiempo de ver nada más. Pero vi algo. El formato es como el que usa Vladimiro acá, en sus tomas ya alejadas del entorno citadino. Queda muy bien, y sigue siendo panorámico por los paneos que realiza, y se sienten vivenciales porque se nota claramente al operador girando el trípode, siguiendo rutas visuales que irradian los objetos que mete en el encuadre. Eso es ritmo, ¿no digo? Y seguro esto se ve en la edición, también. Imagino que editar una película así es no solo un gustazo, una actividad relajante (depende de si hay presiones de por medio o no), sino que saca lo mejor de ti, tu percepción de las cosas, y lo puedes aplicar ahí. Al elegir músicas (sea clásica o folclóricas), también hay más chance tener aciertos. El contenido de la película, imagino yo, te guía. La fotografía de Lacrau es cadenciosa.
     En otro aspecto, asumo que la película no ha contado (excepto la escena del tipo con sillas) con actores; simplemente se ha decantado por entero a la función de mostrarnos, realmente, lo que ocurre tanto en una ciudad, como en el campo, y más allá de eso, un campo sin vestigio mínimo de actividad humana. Además, cuentan entre toda su gama de alegorías, con un par muy buenas. Al inicio, una toma representativa del filme (la cual hallarán en Google, que por ser así no la puse), muestra a un chico dudando en lanzarse hacia un vacío ignoto (imagino que una laguna) desde una ladera de peñascos. Luego lo hace y lo vemos, ya entrada la noche, remando con sus manos en una especie de caja. Al final, se sale de la misma



     Hay momento en que suena un efecto similar al que sale cuando irrumpe el monolito en la mencionada película de Kubrick. Esto se ve particularmente en tomas desoladas, donde se constata la depredación de recursos o destrucción que ha realizado el hombre. Hay otro elemento de crítica en esto, no sólo a la deshumanización, sino a que, encima de olvidarnos de nuestros orígenes, los tratamos como cualquier cosa.

Nunca va a amanecer.

En un diálogo por carteles, y con esto acabo, vemos lo siguiente:
                                                     —¿Y aquí qué veo?
                                                     —Negro sobre negro
                                                      —Suspiro a continuación.
                                                      —Suplico por la resurección.
                                                      —Sofoco la encarnación
                                                      —Someto la aceptación.
                                                    (le dice Simplicío a Conceição)

«Nunca el silencio profundo de una montaña me asustó tanto, lucha con fuerza para ir con calma».


Calificación:
     Por su valoración de los espacios inmanentes al quehacer humano, del cortejo platónico entre todos los componentes del espacio vegetal y animal aunados al silencio, y por pintar un cuadro más de esos que pueden mandarse como dignas cartas de presentación de lo que simboliza nuestro planeta, le otorgo:

17.6

     ¿Qué por qué no 20? Porque la Tierra es esto, ya lo dije al inicio: excelente. Pero también es magistral (y esto se lleva de encuentro a lo excelente). Y confío en que el empeñoso de João puede superar esta, su propia gran marca. Por lo pronto, logró capturar la dualidad nimiedad-realidad gracias a montañas y valles. El tema es:

Revalorización del presente

     Lo que vemos, a fin de cuentas, es el 2013, lectores (si es que existe alguien que lea esto xD). Dice la RAE que «revalorizar» es «devolver a algo el valor o estimación que había perdido». Riguroso término que calza con «milimetricismo» tras ver estos poco más de 90 minutos. Si se tratara de resumir esta obra, diría que es un viaje de reencuentro, reconexión con su hábitat, (revalorización) donde un ser humano huye de la civilización de la electricidad para volver a sentir ternura, turbación, y un nuevo tipo de soledad ¿Ven lo de abajo? Me conmovió... las gaviotas y ese poste: naturaleza y artificio.



Ficha técnica:
     Una observación aparte son estos créditos: qué novedad ver estas cosas eh, y da gusto.

  • RUTA DE VIAJE: João Vladimiro.
  • CÓMPLICE EN BOTAS: Luís Palito.
  • CÓMPLICE EN MONTAJE: Luísa Homem
  • CÓMPLICE EN SONIDO: Frederico Lobo
  • CÓMPLICE EN MEZCLA DE SONIDO: Miguel Martins
  • CÓMPLICE EN LA FOTOGRAFÍA: Pedro Pinho
  • CÓMPLICE EN LA DISTANCIA: João Matos
  • CÓMPLICE EN MENOS DISTANCIA: Joana Gusmão
  • CÓMPLICE EN COLOR: Marco Amaral
  • PRODUCTORA: TERRATREME FILMES.
  • LANZAMIENTO: 2013.
  • PAÍS: Portugal.
  • LENGUAJE: Portugués.
  • GÉNERO: Documental, filosófico, poético.
  • DURACIÓN: 93 minutos (dura eso, pero el sitio de Márgenes pone 99).
  • SITIO FACEBOOK: https://www.facebook.com/lacraufilme?ref=profile
  • ARGUMENTO: Las personas se derraman como gotas sobre una superficie limitada, con cunetas listas para recibirlas; pero no se rebalsan, no estalla la capacidad, sino que un extraño encanto las mantiene sujetas, cual rehenes de una mente siniestra. Para romper esas ataduras, asistimos a una travesía física y espiritual, en la que más distancia recorre nuestra razón, pues se topará con caminos nuevos, parajes desconocidos, y ansiedades inmemoriales; un instinto podrá aflorar una vez más en una época que parece condenarlo al exilio absoluto. Somos cómplices y testigos, en cada uno de los rincones que la cámara nos invita a degustar. Entramos de lleno a este peregrinaje, y como tal, retornamos, no sin antes contemplar esa mágica amalgama que representan la noche, la música, los danzantes del firmamento, y un aura de verdor que conquista, por fin, el conjunto de nuestros sentidos.

     Este avance no está en HD. Pero pertenece al canal en Vimeo de la productora del filme, así que va a misa (hay uno en HD en YouTube, igual, sólo que con el logo del Indie Lisboa, un festival de cine indendiente luso; búsquenlo).




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