domingo, 15 de enero de 2017

The Double (2013)... la iniquidades de la abulia.

REQUISITO PARA LEER: Lee la novela primero. ¿Es obligatorio? Mmm... sí. Vale, vale, no lo es, no hablo del argumento acá, pero, oye, ¡lee!
REFERENCIAS: Submarine; A Clockwork Orange; Blade Runner; Me, Myself & Irene; Enemy; The Social Network; Drive; Being Jhon Malkovich; Cannibal Holocaust; Barton Fink; Requiem for a Dream; Never Let Me Go; Blue Velvet.

   Son las primeras que escribo desde que «eso» pasó. Me cuesta en realidad. Cada tecleada acá evoca otros lugares, otros momentos, y es que este tecladillo ha estado tanto en mi casa como en otro lugar especial (vale, quítenle el plural al primer lugares, la verdad es que no es un paseante muy consumado). Ver películas como esta, la verdad, me deja un tanto positivo, y para la circunstancia en que me hallo sumido hoy y los próximos meses si es que ese milagro luminoso no ocurre (una llamada...), resulta un analgésico muy eficaz. Mi ánimo está más prendido que antes (que hace hora y media), pero sin alumbrar, como una linterna que da una luz mínima con los últimos resquicios de la energía de una batería. Como leí en un manga (Gantsu), por largos ratos me siento como si fuera una linterna de día: no sirvo de nada. Vacío... oquedades jamás previstas por mí afloran desde mi interior y me envuelven y envuelven cada vez más. Pero es raro porque no lo hacen por completo. Porque para mantenerme a flote está el flotador de mi comprensión: comprendo bien el proceso en el que me encuentro, lo conozco (asumo las consecuencias de mis actos) y he dicho sobre este varias cosas a mí mismo y a otra personas (amigos, más que todo). Mis ideas, por lo tanto, me conducen cuerdo aún a través de este vía crucis enorme que me toca recorrer. Patético como pueda sonar, la mujer que amo ha cortado nuestros lazos y estoy echándola de menos en cada instante feliz que me acomete, puesto que es uno que quisiera compartirle o llegar a comentarle, o bromearle... cualquier transmisor de alegría es válido cuando tienes a un ser humano de este nivel en tu corazón (sí, sí, esta es la palabra que patetiza la oración). Mi gran esperanza es que lea esto. ¿Para qué, preguntan? Para que vaya conociéndome a través de mis escritos. O volviéndome a conocer. Al fin y al cabo, si algo empezó entre nosotros, en medio de la más absoluta imprevisión y con ese beso tierno que me unió a ella aquella preciosa noche de hace más de un año, nació de nuestra interacción escrita por el Facebook. Ajá, por el Facebook. Nada de llamadas ni cosas así. Sí, para que vean. Se puede conquistar a la chica de esa forma eh, que sepan que funciona. Esta comedia negra en clave de suspenso destella a raudales esta filosofía. Con Aoyade se pueden esperar estas cosas, el tipo es un maldito crack, un Woody Allen con algo de Wes Anderson, por esbozar un tándem componedor de su genialidad.
    

     La cosa es que la chica ahora no está. ¿El culpable? Bueno, imagino que levantaré la mano. Lo cierto es que yo he desentendido tanto el ritmo como el tipo de amor que ella me estaba prodigando cada vez más y, sobre todo, entendí mal la manera de dispensar mis propias emociones, apasionadas y calóricas, tanto hacia ella como hacia otra persona. Lo hice mal. Lo veo muy claro ahora. Me ha costado cosa de varios días la verdad. Hoy prácticamente ya es un mes y un día desde que no la veo. Así es. Todo un mes. Ha sido difícil, muy muy difícil. Siento que quiero volver a cargarla, sentir su peso en mis brazos mientras la aferro hacia mi pecho y mi cuello, mientras mi boca se desliza natural y desenfadada por su pelo de aroma bendito, y escuchar largo rato sus palabras serias y risueñas, y luego serias, y luego risueñas. Ya no más las tristes, y no por no poder soportarlas, sino porque, por lo general, las tristes han sido siempre producto de nuestro desentendimiento, de nuestro choque de pareceres. ¿Saben? Si no le pongo pare a esto voy a seguir tecleando más y más recordando esos dichosos momentos a su lado, donde tecleabámos juntos por cierto motivo (en su casa, encima). Bueno, lo cierto es que si esta fuera una película heroica o bélica no estaría poniendo esto... o quién sabe, demonios. Tengo ganas de escribir biblias sobre esto que ha pasado, que, a fin de cuentas, es lo que hago (o he solido hacer) cuando algo me desborda el pecho, tal como ahora lo hace a sus anchas esta melancolía y esta añoranza profunda que le tengo a ella. Llamémosle Zizary. Zizary es dueña actual de mi corazón (sí, no podía evitar usarla nuevamente). Y esta película es cuestión es de un director cuya ópera primera (Submarine) nos ha brindado momentos de jolgorio mediante su banda sonora (a cargo de Alex Turner) y su almibarada historia romántica. Valga decir entonces que Richard Aoyade nos vuelve a sorprender en este trabajo... empezaré así.
     Y para decir algo último, espero no morirme sin que nuestros caminos se vuelvan a cruzar. Ya han calado en mi mente los errores que he cometido (mi parte de la torta)... y eso, me da más paz, porque ya los puedo ver. Estoy en camino de expectorarlos, debo decir, pero es real ahora. Y sé, otra cosa que pude admitir con este tiempo, es que cuando he dicho que la amaba... no ha sido realmente así, puesto que mis actos no han significado los de un amante consumado; es decir, no la he amado realmente... hoy, a la luz de tantas noches sin escuchar esa voz tan estival que efluye de sus labios nacarados, mi amor hacia ella, aún ardoroso, se depura mejor y luce un rostro más diáfano y sin los nubarrones de la cólera ni de la incomprensión. Ahora sí. Empecemos esta crítica/comentario con un delicioso blues de fondo. 


     El segundo largometraje de Aoyade se luce por todo lo alto por los códigos lumínicos y sonoros que exhibe. El manejo de estos elementos es preciso ya que este proyecto es un cantado filme psicológico, de profundas y exquisitas alegorías que retratan la distorsión de la personalidad cuando está confrontada a la frustración más extrema. Y es que, se puede afirmar que este filme es una oda a la frustración, pero con elegía de por medio y, cómo no, su posterior redención. Todo el entramado es siniestro, y el universo ambientado nos recuerda a ese término tan en boga para situaciones en que el protagonista parece encerrado sin que nadie tengo una pizca de sentido común y todos actuasen como unos dementes totales; es decir, recuerda en sus facetas de interior al ambiente hostigador de A Clockwork Orange (1971) y por su lado de exteriores, al sombrío entorno de Blade Runner (1982). La música, a cargo de Andrew Hewitt (frecuente colaborador de Aoyade), evoca los arpegios más punzantes de Bernard Herrmann, y reproduce con suma fidelidad la atmósfera de asfixia ante la incapacidad física y emocional de encarar aquello que nos hace sufrir. El protagonista es, pues, una metáfora del ser humano cuerdo en un mundo de locos, o sea, de un rebelde en medio de sumisos adoctrinados, o sea una vez más, un revolucionario que escapa a la pesquise implacable del orwelliano Big Brother de la novela 1984. Ribeyro tiene un cuento (y no, no es Doblaje) llamado La insignia, en el cual un tipo se ve introducido en una rara secta cuyos hábitos, pese a practicarlos, jamás lleva a comprender y aunque termina bien acomodado en este lo es pero por mera inercia. ¿Entienden el punto? Algo de absurdismo trasunta el argumento de la historia por lo que dije, el falto sentido común de los personajes, como si fueran lelos que no saben ver lo evidente y tras unas sacudidas recién pueden esbozar nociones más verdaderas de lo que está pasando a su alrededor. Y en consecuencia directa de este entramado referido, estamos también ante una fabulosa comedia negra... negra como tu alma... eso le decía a Zizary a veces, bromeándole, «Negra como tu alma...».

    Esta película tiene éxito en representar esa confusión al que se ve sometido el cuerdo frente a la locura misma, y peor aún cuando un factor sentimental (interés amo- roso) está de por medio y termina viéndolo descender al mismo nivel de insensatez. Por eso me enganchó al inicio, porque en gran parte veo la sociedad en la que me hallo y percibo algo parecido, a diario, en las calles y aun aquí dentro en mi habitación, que las gentes están perdiendo su humanidad, algunos sin preocupación y otros convencidos de que luchan por no perderla pero, sin saberlo, caen en la misma vorágine de los primeros. Volvamos al filme. En realidad tengo que hacerlo, centrarme, porque me resulta algo sencillo salirme del meollo de una cuestión que estaba abordando.
    Recuerdo al Peter Sellers que trabajó para Kubrick (ya saben de qué peli) al ver a Eisenberg en plena faena. Solo que acá no hay maquillajes o cambios físicos mediante. Esto es maña actoral, registro, nivel de registro en todo caso. Y este joven lo logra. Recuerda esta dicotomía de personalidad a la comedia de los Farrelly, Me, Myself & Irene, en la cual también vemos a un Jim Carrey interpretar dos papeles a la vez. Tengo entendido que algo así ocurre en Enemy de Denis Villeneuve. Ya me había encantado la manera obsesiva de actuar de Eisenberg en The Social Network (2010) y ahora vuelve a lucirse, con su acento provocador, que recuerda a ese hijo de su madre al que quieres golpear por lo insoportable y jodido que es. Mia Wasikowska, por otro lado, evoca al personaje de Carey Mulligan en Drive (2011) en sus ademanes despreocupados y dejados, como si no tuviera voluntad y fuera una niña ida que solo se deja arrastrar. Es al final que demuestra algo de tino, solo al final, en parte contagiado por el sentido común del protagonista, es decir, apreciamos una especie de efecto pigmalión concretizarse. El resto de personajes son como escena onírica de Being Jhon Malkovich (1999) donde todos las personas se han vuelto el actor, sea hombre o mujer a quien se mire (es una secuencia algo perturbadora, debo decir). De esa mar de uniformidad, surge el misterio, desde luego. El General, un personaje del filme, viene a ser un juez inalcanzable que al parecer sí tiene tino pero al que jamás se trata, justamente porque de hacerlo se acabaría la trama. Respecto a otro tema de personajes, resulta algo innecesario, aunque no me lo crean pese a lo dicho sobre la ópera prima del director, que metan a los protagonistas de dicha película en roles tan extraños. En todo caso, lo que mejor calzó fue el papel de detective de Craig Roberts, un chico que, me temo, no tiene mucho registro actoral; lo que quiero decir es que el rol de Submarine le quedó bien y, lamentablemente, veo que ese papel es el único que le quedaría. Como decía, su papel acá si resultó, cuanto menos, chistoso. Lo de Yasmin Paige... uno pensaría que está viendo a una Jordana crecida.

    La música es perfecta, tanto el esplendoroso tema de Kyu Okamoto como la baladita de Kim Jung Mi como las incidentales composi- ciones de Hewitt, esto ya se dijo. Encaja, encaja muy bien. Otro gran tino del director, afirmemos. ¿Por qué lo digo? El tono de la canción de Jung Mi, por ejemplo, evoca a ciertos arreglos del compositor Riz Ortolani en la polémica Cannibal Holocaust (1980), y este estilo, a su vez, evoca el clima de inocencia o de ingenuidad de cierto elemento (un personaje o personajes, por decir) que se encaran a una realidad áspera y complicada o insoportable para ellos, o sea, no la pueden ni toleran entenderla. Escúchenla y verán de que hablo. El tema de Okamoto, por su parte, es una sátira de lo que en ese momento estamos viendo... algo patético, es como si viéramos algo tan lastimero que nos provoca decirle al tipo «Oye, date cuenta, chaval, ella es muy mala para ti, aléjate» o «Ey, carnal, vas a sufrir por esa morrita pero si ya le estás entrando, dale pa'lante, no te rajes». Pero es algo muy hermoso también. Bueno... otro campo afín a la música es el sonido. E igual... recuerdo a una peli que vi hace dos meses aproximadamente, Barton Fink (1991), en la que al enfocar un cuadro de cierto paisaje marino, se empezaban a escuchar brisas y olas romper en la playa. Acá es igual, y la función de esos sonidos es anticipar la paz o la calma esquiva o inexistente en el momento pero que alcanzará a cubrir la psique del personaje en su etapa de redención (o lo que es lo mismo, victoria); desde luego, los silencios también hacen lo suyo. Globalmente, el estilo manejado acá, de hecho, evoca mucho al de Darren Arrosnosky (en general hablo de todas sus películas, el tipo usa sonidos muy cortantes y específicos, les da protagonismo total durante el segundo o segundos que duren; pocos hacen eso y se olvidan de la fuerza que este estilo imprime en el espectador a la hora de transmitirle emociones) y esto es un golazo cuando hablamos de psicología, señoras y señores (Requiem for a Dream [2000] es una estupenda muestra de este planteamiento, sólo que con el tema de la obsesión y la adicción).
     El juego de luces, por ende, la fotografía, es impecable. La luz ayuda a enfatizar al doppelgänger del protagonista como malévolo y además nos indica en cierto momento quién es quién. El tono es amarillento, verdoso, en otras palabras, industrial. Es asfixiar, lectores, asfixiar con el color. Y las tomas, claro, solo hace falta ver que siempre los viajes son el subterráneo, solo hace faltar ver la calidad de los planos detalles del rostro de la gente; así es el buen cine psicológico, con gestos y tics palpables. Las tomas de exterior son tétricas todas, y humeantes, muy humeantes... ahí la mencionada tonalidad verdosa-amarillenta cala con totalidad. Es distinto al tono neutro y medio pastel de Submarine, y de por sí la ambientación en Swansea (Mar de cisnes, valga decir) predispone el uso obligatorio de estos tonos si lo que quieres es contar una historia romántica en clave de bildungsroman. Y ojo, no es que no se pueda contar historias así sin esta paleta de color neutra y que sean distopías, para muestra está Never Let Me Go (2010) de Mark Romanek, pero es que aquí también hay romance libre de por medio pese al trágico trasfondo. En The Double todos están chalados, con su empatía elemental anulada. Algo más que agregaré versa sobre el asunto visual. La alegoría de una paloma muerta me recordó al inicio de Blue Velvet (1986) esa brutal obra de suspenso de Lynch y que, en general, este director surrealista suele usar para transmitir significados, casi como Tarkovski y sus tomas de caballos, fuego o agua. Entonces ya notamos este tipo de códigos cinematográficos de los que Aoyade ha empezado (porque en su anterior filme no recuerdo que lo haya usado) a valerse y así, lo quiera o no, eleva la calidad de su película.

¿Tiene algo malo? ¿Ya es un clásico o algo así? No. ¿Qué le falta pues, qué le falta? Ser otra película. Los clásicos son más y más poderosos en su mensaje (The Godfather, por citar algo, es superior a este filme pese a ser de otro género), y este filme en lo suyo cumple bien, pero, digamos que es el mejor empleado del piso 6, el mejor. Pero pues, los mejores que él están en los pisos superiores pero al del piso 6 solo le corresponde el piso 6. ¿Compren- den? No es pues, una obra maestra. No lo es. No es revolución audiovisual. Es muy buena. Pero Aoyade aún no nos ha sorprendido como estoy seguro lo hará con el paso de los años. Sin embargo, esta peli bien hecha no es olvidable del todo, pero a la larga sí, me temo que lo es (depende del espectador, está claro). En todo caso, su primera película es más memorable (a mí al menos me lo parece así).

Calificación:
     La afirmación total es que, al margen del gusto personal que le tengo a Submarine, Aoyade se ha superado (vale acotar, algo notorio es cuando pone a Hannah «en off» pidiéndole una canción a Simon Jones, el protagonista; es idéntico a cómo ponía «en off» a sus personajes en su mentado primer filme). Como vemos, está haciendo adaptaciones buenas, a la onda de Kubrick. Quisiera que llegara una película hecha por él también en guion, como hace Spike Jonze o Woody Allen, por ejemplo. Y llegará, tengo esa confianza. Por ahora estamos frente a un director solvente y con un potencial en alza. A ver qué nos deparas de nuevo, querido Moss.

15

     Por ahí leí que también este trabajo se basa mucho en Brazil (1985) de Terry Gillian. Habrá que verla primero para opinar, ¿no? Sí, sí, no he visto nada de cine... Bueno, se acabó esto. Terminé. Me costó acabar esto porque tengo la maldita manía de no terminar las cosas como se debe. Pero lo hice. Me empujé a terminar esto sin mucha demora (apenas ha pasado 20 horas o algo así desde que terminé de ver la película). Lo conseguí... escribir algo y terminarlo es un modelo de acción y reacción que hacía mucho no ejecutaba por completo. Pero ya está.
     Lo hice, mi amada Zizary.



     En vez del avance, iba a poner el tema de Sakamoto, Ue o muite arukou («Miro arriba mientras camino») porque, la neta, vatos, es lo que siento... Me dejó mi hermosa morrita después de todo. Mi Hannah (si es que ven esta película... The Double). Mi Celine (referencia de Before Sunrise y sus dos secuelas) de Huancayo. Mi María (referencia de la maravillosa Ai no mukidashi).

     Mi amada.

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