miércoles, 24 de septiembre de 2014

Perro Guardián, pasajes de un responso pasional

REQUISITO PARA LEER: Mírala. Hablo de toda la trama, así que lee bajo tu riesgo.
REFERENCIAS (igual, MÍRALAS PRIMERO): Taxi Driver, LéonThe MasterJagten, Drive y L.A. Confidential.


¡Yo no soy tu hermano, Judas de mierda!


       Por favor, un aplauso. El cine peruano (a mi ver) está mejorando.

     Este 2014, las propuestas han ido disparándose en todas las direcciones posibles de la ficción cinematográfica: drama, comedia, y terror, los tres emblemas básicos de cualquier conjunto fílmico (y para mí el primero mayor en grado), de los cuales afloran mil y un ramas más. Empezó con El vientre, de Daniel Rodríguez, filme que vi en un pasado ciclo de cine peruano que hubo en el Museo de la Nación (creo que fue en julio o junio). A partir de ahí, una hilera de funciones de bandera fueron turnándose en el cruel mundo de la exhibición nacional. En esto incluyo a las otras provincias del Perú (Lima es apenas una de tantas), aunque bien es sabido que una película hecha en Huancayo, por ejemplo, se anuncia amenamente en los alrededores de esa ciudad y muchas veces no llega a tener eco acá en Lima, o al menos lo hace tiempo después en diversos centro culturales como parte de un ciclo regional. Según mi parecer, todo un despropósito en lo que respecta a hermanar la actividad del cine en este país. Debería haber mayor cabida o posibilidad de que una película de cualquier departamento se vea en multicines o cadenas de la metrópoli también. Así es como se mantiene la brecha entre el mencionado cine regional (denominación existente y en boga que agrupa a todo lo ajeno a la capital) y pues, el cine... ¿limeño? No. Nadie lo dice así. Solo cine peruano a secas. Pero no olviden que acá esto del sétimo arte va de Tumbes a Tacna.
     Pero, negatividad aparte, nuestro cine, en medio de este todavía dificultoso campo en el cual florecer, está labrándose mejoras perceptibles y tangibles. Y da gusto. Como cinéfilo iniciado (hace apenas quince meses que veo películas de manera más... digamos, sofisticada, a sabiendas del director, su estilo, el tema, los actores, la producción y la repercusión de la cinta, entre otros datos que a los quince años, o veinte incluso, desconocía o no me interesaban), percibo los estrenos de la década anterior, y hallo o recupero Paloma de papel (2003) o Contracorriente (2009), siendo sincero y apelando a mi evocación inmediata. No he visto Días de Santiago (2004), pero este resulta ser un caso (de los pocos) donde sabes casi por antonomasia que te hallas frente a un producto excepcional. Sé algo. Sé que solo tiene elogios y mil premios (y no sean cicateros ni cerrados, ojo: esto es por algo).Sé que va de un militar retirado y sus vicisitudes para acoplarse a la vida citadina. Esto me recuerda a la primera película con que inicié mi ciclo (aún vigente) de «cine consciente» hace más de un año: Taxi Driver (1976), una jodida maravilla de pies a cabeza.
     Del filme que nos concita a ti, lector, y a mí para reseñarla o criticarla u opinarla o etcétera, alcancé a leer que era una copia de Léon (1996). Diré que de la obra de Luc Besson, en trasfondo, tiene semejanzas superficiales mas nada (nada...) profusas. Y pues... ayer la vi en el Cineplanet Centro a las 3 y 20 de la tarde, tras pagar la cuota de S/. 5.50 y hacerme de un cerro de cancha y un vaso gigante de gaseosa (esto, acompañado de un compañero que gentilmente me prodigó el primer producto a mis anchas). Descubrí Perro Guardián.
   Empecemos a desmenbrarla, con lo escaso y rudimentario de mi arsenal prosaico y mis intermitentes conocimientos fílmicos; esta es mi afición, escribir de algo, lo que sea, y este tema me da material para hacerlo de manera encarrilada (espero). Bueh, vamos.


Verde pesadilla

     Hay títulos que tienen un color claro que los define. Kieslowski (no sé cómo tildar consonantes, por lo que me disculpo por la s) y su única y dolorosa trilogía son muestra de ello. Otro caso que recuerdo es su La double vie de Véroni-que (1991) que es marcadamente verde. La estadounidense Ring (2002) es azul. Este caso nuestro nos remite al verde. Es lo que observé: un verde de ponzoña, de elucubra-ción angustiosa.
     Tengo de fondo un piano de Debussy (metonimia le llaman), canción poco indicada para escribir de estos temas; si comento algo de Wes Anderson caería a pelo. Pero este tema que escucho dura 24 minutos y está bueno de fondo. Sigamos...
     Basada, dicen sus directores, en la crudísima Muerte en el Pentagonito, libro de Ricardo Uceda, el cual leí hace menos de un año y... no lo veo como mucho referente. Tal vez a grandes rasgos, la historia del ejecutor a sueldo y frío que labora para el Estado sirva como ancla, pero ni así. Además, la cuestión psicológica del personaje acá tiene un aliciente distinto: Dios.
     Han buscado develarnos la visión de un personaje, fusionar la diégesis con nuestra mirada, y que sintamos lo que Perro. Hay películas donde un solo actor absorbe la trama y sobre él duramos sentados la duración de la obra. Taxi Driver es un buen ejemplo. Mas, esta ópera prima maneja un excelente recurso visual que acompaña cualquier vericueto en la psique de un personaje: la fotografía. Un gran punto a favor que, tal como sugiere la simpática Anaí Olivares (directora de arte del filme), nos muestra una Lima que no parece esa ciudad gris que siempre recorremos sus ocupantes. Sale Gamarra, sale la avenida Brasil y el parque de la Exposición, y los ves ahí y luego pienso: ¿cómo no me imaginé coger mi cámara y grabar algo ahí? Y es que sienta muy bien. Perro es un sujeto íngrimo, nacido de una sociedad que lo ignora y no sabe que existe, por la cual termina viviendo y asesinando a final de cuentas: los terrucos son sus presas, él va y los extermina. no hay gracias de por medio. Hay planos aberrantes bien logrados, y otros tantos que no lo son, pero que podrían haber sido enfocados en esa clave. El también llamado plano holandés queda preciso en temáticas de asesinos a sueldo, en donde un victimario busca depredar de manera acechante. O en accidentes o tragedias, o situaciones de oscuridad humana. Confunde y transmite el desastre. Fuera de esto, no vi planos malos, ni steadicam desperdiciada. El detrás de cámaras echa luces sobre esto, y termina por afianzar mi punto de vista. Si aparte de la dirección de arte, podemos elogiar algo de manera sobresaliente sobre este tema del que escribo, es el manejo competente del plano aberrante. Calan sus mensajes (fotograma a fotograma), y no falla en eso.
     Recuerdo, además, los planos íntimos (primero planos) de conversación en The Master (2012), donde un radiante Joaquin Phoenix y el excelso actor que fue Philip Seymour Hoffman confrontan sus voluntades amparados en la oscuridad de un habitáculo desolado, sobre aguas mansas. No hay alguien que confronte a Perro, o lo sofoque del todo; pero ciertamente hay una entidad de orden ético que lo lacera cada vez que ejecuta sus misiones. Sobre esto, queda decir que el inicio es estupendo.Va in crescendo todo el desarrollo dramático durante su primera hora. El problema es que, como leí en otra crítica, la película termina triunfando a medias. Resumen: empezó bien, siguió genial, y terminó de manera apresurada. ¿Han leído el manga de Gantz? ¿Leyeron el final? Una mierda, ¿no? Lo mismo pasa acá, aunque no es tan «enmierdante» como en la obra de Hiroya Oku, sí que hubo una intención con certeza de mostrar la redención del personaje; empero, se hizo mal.
     Claro, uno se pregunta algo que casi a ningún crítico le sacan en cara: ¿haz hecho una película? No jodas entonces. Muy cierto, así que, de desearlo, manden al carajo este texto; o no, solo tómenlo cómo lo que es: un alturado (espero...) y personal punto de vista. Si no me suscribes nada, pues bestial, esa es la idea; luego saca tu propia opinión, pero opina. A mi criterio, la película iba bien hasta que Perro confronta al apóstol encarnado por un elegante Reinaldo Arenas. Se han desaprovechado personajes, y posibles enredos finales con los mismos en pro de un final santificador, donde el protagonista cambia su credo militar por uno divino. En mi opinión, por cómo iban las cosas, no debió ser así. Un personaje como este, tan falto de estabilidad, tan carente de alegría y nutrido en la pesadilla de la incertidumbre constante (lo cual se traduce en estrés, ansiedad y rabia), blasón de la escuela de Travis Bickle, debía luchar, como un tigre bravío, labrarse su perdón en las lides de su maldición de asesino y... dirán ustedes: pero eso es lo que hace pues, al final los mata a todos y mismo Jesús Sosa da su rociada de kerosene y a la hoguera con uno de ellos. Pero, ¿qué vemos? Cuando terminó la película y de nuevo salió el título a relucir en toda la pantallota de la sala 6 (casi vacía, de no ser por yo, mi amigo y cinco gatos más) me quedé unos segundos con el rostro compungido... o al menos mi rostro interior. Minutos antes de la conclusión le comentaba en voz baja a mi compañero que todavía quedaba algo más que debía ocurrir, algo faltaba, no termina de llenarse, está vacío, vacío todavía. Y pum. Se acabó. Dijo él que la película hubiera quedado mejor si duraba cuarenta minutos o si era un mediometraje. Dado lo que vimos, no cabe duda que sí. Pero yo me quedé con la sensación de que a esta historia le faltó mostrarnos una purga impactante: Travis va y mata a la sarta de giles que prostituyen a la bellísima Iris (Jodie Foster en sus catorces... vaya cuestión: busco el dato de su edad en Google ahorita y me sale que se han filtrado fotos de ella semidesnuda o algo así cuando tenía 18... lo que se ve), una parte final exquisita sin duda. Sentencia: le faltó a Perro Guardián. Se creó una buena torre de naipes, pero no pudieron coronarla.


Lima, fantasma sanguinolento

     Los hechos que sirven de telón al argumento provienen de un conflicto terrible que desoló el Perú en los ochentas: el terrorismo. Pero no cualquiera, sino uno que se valió de nuestros pobladores más humildes y se tiñó con carácter autoritario a mandoble para hacerse notar. Abimael Guzmán, en un sentido tác-tico, tejió de manera ordenada y jodidamente bien su red de in-fluencias, y como una rata que no puede ser capturada, se mantuvo al margen de la ley y fuera de cual-quier posible arresto hasta 1992. Tras su caída, vino la consiguiente desfragmentación y acefalia en que (dicen... y me imagino que habrá sido así) terminó su partido, Sendero Luminoso. Espantoso, criminal y trastornado fue lo que hicieron en la serranía del país. Con todo lo malo, es de buen ojo neutral el reconocer que fueron ladinos estrategas en su manera de organizarse, así como en su tajante método de tener adeptos: la ignorancia y el miedo. Es por eso que, a pesar de seguir solo como grano en su celda de la Base Naval del Callao, sus ideas proliferan por ahí, por allá, en menor grado claro, y bueno, cada loco con su tema. Perro Guardián es un grito final de cómo la corrupción visceral de Sendero Luminoso ha horadado al protagonista. Solo vean (o lean) a Jesús Sosa y su conversión de (supuesto) justiciero a delincuente común. Alcántara encarna un sujeto distinto, ya lo dije, pero nacido de los mismos recovecos.
     En la película, un factor destacable es la violencia. La Lima real es una ciudad similar, llena de resentimiento por... hay mil motivos por los que un limeño en el fondo de su ser guarda rencor hacia algo, o envidia o frustración. Obviamente este no es un paraíso. La escena donde Perro masacra a un exconvicto es equilibrada entre lo lógico y lo real. Lo lógico es que el tipo debe ser un fantasma de sangre pero totalmente invisible, y lo real es que está tan encabronado por dentro que le vale madre la lógica y actúa con frenesí. Hay una analogía entonces con una bestia, una criatura que se aleja de su humanidad para caer a la ciénaga de mierda. Los encargados de liquidar a los terroristas en épocas cumbre de los operativos antisubversivos, no eran como Perro; no elegían, solo hacían. Perro opta por retirarse, dejar atrás el sicariato, y en el proceso termina impulsado por la pasión hacia una colegiala interpretada por una Mayra Goñi débil, que pudo interpretar mejor su rol de femme fatale, de Lolita aventada y temeraria, tal como la Karina que encarnó Melania Urbina en el últime filme ficcional de Felipe Degregori, Ciudad de M (2001); o repitiendo el plato en Ojos que no ven (2003); ambas las miré en América Televisión allá en 2008. Una mujer como la perdición de un hombre, es la premisa becqueriana con que conocemos a estas féminas de alto vuelo. Milagros simboliza para Perro su sanación espiritual, a la vez que su reconciliación con las relaciones humanas. Y es ella quien lo lleva a ejecutar su último baño de sangre. Aunque muy presuroso, tanto que no termina de hilarse el porqué del final. O sea, se sabe que esto es fantasía y cine y todo, pero hay algo llamado verosimilitud, y no cuaja acá. Incluso como muere el padrino (Ramón García), con una bala en el pecho, apenas quejándose y nada inmerso en la desesperación propia de quién se ve atacado mortalmente... ahí ya la película decaía horrores. Es triste pero en cine, si tu película va bien, sin darte cuenta la puedes sentir en la estratósfera; ahora que si ocurre algo ridículo o fuera de lugar, el impacto de la colisión va a ser colosal. Del error al acierto hay varios pasos, pero del acierto al error hay apenas un chasquido. Por eso el manejo de los códigos audiovisuales es crucial, y acá faltó seguir el ritmo A-A-A que llevaba la película, que al final terminó con A-A-B. Casi buena, ¿no? 
     A propósito, se me ha ocurrido que con esta crítica o lo que carajos sea esto, alguien pueda oler un tufo de ensañamiento hacia un aspecto del filme: su historia. Es que es así, si no fuera por esto la película sería mucho mejor de lo que es. Respecto a esto, saco a colación otro referente, un filme danés de Thomas Vinterberg: Jagten (2012). El final, tras otro hermoso cuadro de redención muy bien logrado en la iglesia y conversando el protagonista con su viejo amigo, es perfecto: una sombra surge para recordar a la víctima de un error (literalmente) infantil que lo va a marcar siempre. En Perro Guardián, el relato sufre un salto abrupto, que no calza simplemente: no existe el puente entre los últimos segundos que vemos en pantalla y los cinco minutos anteriores. Que hace la maleta, que coge el carro decidido, que enloqueció y ahora es fanático cristiano... nada. Hay tipos de filmes que distingo dentro de la categoría «de acuerdo a su velocidad». Solo hay tres: lentos, normales o rápidos. Rápida es una película blockbuster promedio. Normal, pues es una película no comercial que busca ser y es art house. Lento es el cine de Kim Ki-duk, y bello por eso justamente (y el de Haneke, o el de Kaurismaki, como remate). Este último es el tipo de cine más esbelto, bien formado, de gracilidad cautivadora y conexión interior con el yo. Perro iba camino a volverse un ícono de este cine. Decayó. Y para que no digan que solo chillo como gallina turuleca, esta es mi idea: el carro que le pisaba los talones a Perro fue oportuno, adecuado. A un personaje como el de Alcántara, de ese tipo precisamente, le cae bien un rival. Drive (2011) es de la misma onda que Perro Guardián pero llevado al terreno de vehículos, y también hay una mujer fatal (una dulce Carey Mulligan... aunque siempre me expresaré así, esa mujer es una muñeca; algo de Audrey Tautou le noto...). Entre Perro y el conductor hay semejanzas notables, y nada despreciables, sino dignas de apreciar, porque el uno no es copia de otro, sino su contraparte justa, solo que acá, en Perú. El mismo aire de bastardo rompequijadas al que le llega todo. Pero, ¿qué hay de común entre esta película del Nicolas Winding Refn y en la anterior mencionada de Scorsese? Eso, el choque final. El mismo Ribeyro lo dijo aplicado a la literatura: si el final no convence al lector, es que el cuento falló como tal.
     Yo y mi amigo pensábamos que el indigente que se le acercaba a la ventana a Perro iba a tener un rol relevante luego, como un posible rival, o alguien que en el fondo lo estaba espiando e iba a representar la fuerza opuesta a él, un igual, un asesino, que él iba manejando esa camioneta polarizada que lo fustigaba. Diablos, hasta L.A. Confidential (1997) tiene esto que les digo... ¡el choque! El final de esta maravilla noir que dirigió Curtis Hanson es emocionante. Ese momento donde el policía pavazo que personifica Guy Pearce decide si disparar o no es de una dimensión dramática bien manejada y propuesta.

Entre el juego psicológico de tonos verdes, vemos a un Perro en ruinas: cuando un olfato se hastía de la sangre.

     Para acabar, me pondré más serio. Esta película no es pretenciosa en su clima expresionista, dado que es un éxito en este aspecto. En este país una mayoría de sus representantes en este arte tienden a dejarse llevar por la cabeza caliente y abarcan más de lo que deben, o dicho a mi modo, tragan como cerdos para saciar un hambre que fácilmente puede paliar una empanadita con limón. Y lo digo porque aspiro a que el Perú pergeñe obras maestras universales, tanto como un Japón, un Estados Unidos, un Francia, una China o una Argentina. Perro Guardián es una buena película; siendo duros se diría que es fallida, pero como no le voy al patriotismo (con el cual me desentiendo) ni a la mezquindad conchuda (un 90% o menos de los lectores, si los hubiera xD, no hemos hecho cine... simple y real), considero prudente afirmar que es una alturada ópera prima. Tiene su propio universo, es original, nada de Léon o cualquier filme, vamos. Se pueden sacar analogías elementales, lo acoté, pero eso es solo raspar el caparazón. Y para finiquitar el tema de una vez: coño, todo el mundo copia de todos, se influencia de todos... ¿en qué cabeza que vive en este 2014 no cabe eso? No estamos en 1895. Copiemos, cojamos de mil lados, alimentémonos de lo ya creado, y creemos pues.
     Cachín no tiene pinta de un recién salido del penal, pero vean sus escenas acá... realmente lo ha hecho bien, quizá un pelín menos de ademanes serios, matonescos, hubiera sido la cereza en el pastel; no obstante, su rostro, hierático, sórdido (sobre todo en ese orgasmo emocional al incinerar al bueno de Miguel Iza), estuvo de lujo. Bien visto, la caracterización de Cachín da para hacerle un tatuje, de esos emblemáticos que hay sobre Lavoe o el Che, fíjense bien... suena gracioso, solo su voz le falla. Ramón García transmitió, asimismo, lo que debía simbolizar: ternura, apacibilidad, fervor, como cuando conoces a un abuelito bonachón, bien apapachador y católico. Si no fuera por cómo se despide de su papel (un quiebre insípido)... quedaría tan bien parado como Ormeño y Mendieta.
     Visualmente, las partes donde se muestran las torturas son la cima de este proyecto, tanto para el sector atrezzo, maquillaje y de nuevo, fotografía. Es igual a Martyrs (2008). Duran poco estas escenas, mas nos ayudan a afianzar la idea de que Perro tiene excusas justas para ser paranoico y sombrío, inclusive para quemar calmosa y ceremonialmente las fotografías de aquellos a quienes ha quitado la vida. En esta construcción de su carácter, ha sido muy vital la acertada decisión de no mostrarlo a él en sus años maravillosos, esto es, feliz al lado de los suyos. Dice Ricardo Darín que Bielinsky exigía de él que a su personaje de Nueve Reinas (2001) le implantara el germen del mal, de la animadversión, que no sonriera ni buscara caer simpático al espectador. Gastón Pauls, por otro lado, es el que toma ese rol como coprotagonista. Hay una buena armonía dramática. Perro nunca sonríe, tanto así que lo traspapelé con el protagonista de una serie, Sousuke Sagara, gancho automático de la trilogía anime Full Metal Panic! Este último, sin embargo, va más tirado a la comedia: con el típico (y no por eso inefectivo, copiar o emular enriquece) recurso de realizar una maniobra exagerada que todo el mundo toma como un disparate menos el que la ejecutó. Pero las risas surgen donde sea, y acá también: cuando ese niño del Apóstol saluda a Perro, le dice: Hola... caca. Ocurrente. Combina bien, no queda huachafo.
     Algo más... los premios que gana una película no determinan su valía. Sobre todo si es el Óscar. Ya son varios años que la magia que de niño sentía al ver las propagandas y comerciales de esta ceremonia, se ha desvanecido. Esta tendencia se acrecienta al ver a medio mundo babeando por quién gana qué en esa gala. En todo caso, le tengo más fe al festival de Cannes. Perro Guardián estuvo en la selección oficial del festival de Montreal. Eso me parece laudable, y bien por los directores. No ganaron nada; igual, bien por ellos. El chiste es no detenerse, no ceder terreno a los idiotas que «critican» y ver cómo sus cerebros trastocan el significado de una «crítica constructiva» en un bodrio de crítica, hecha con el hígado, que fungen de apelar al recurso de la franqueza, eso de que siendo sinceros ayudamos más. Destruir no es ayudar, no lo olviden, ni tampoco es ser franco: es rezumar parte del ego y, por qué no, de la desilusión de no saber cómo cojones hacer cine.

     Ensayemos mejoras posibles en este filme... sí que sí.
  1. Como que la voz de Cachín estuvo (acá sí) fallida en una de sus escuetas alocuciones. Debió ensayarse más, por ejemplo, en la parte (solo en unas; otras las hizo bien) en que insta a su vecina, una meretriz, a pedirle perdón a Dios por sus faltas. Punto en contra. Suena como su personaje de la serie Carita de Atún.
  2. A ver, cuando le dispara al padrino, lo hace defrente. ¿Por qué hay sangre en su espalda? Esas cosas te matan la ilusión de estar ahí como cuando hay movimiento erróneos de cámara. Te saca del mundo representado.
  3. Diré algo del sonido. La vi en cine, lo dije, eh, tal vez si está disponible en Internet la vuelva a ver o algo así (pero antes de eso, si quieren emularme, ¡vayan al cine!). Pero en la sala, una puerta sonaba de lado, eh, luego una voz del otro lado, haciéndote girar la cabeza, y perdiendo así parte de la película. ¿Exagerado? No. No sé si sea por los encargados de la proyección, o sí en el montaje consideraron prudente sacarle jugo de esta manera a sus canales de audio para hacer esas diferencias. Me parece interesante, un recurso con potencial, aún más en este boom permanente de modernidad en el que las salas pueden jugar (sin temor de terminar mal) con la idea de volver más vívida la experiencia de visionar un título.
  4. Por favor, Juan Manuel Ochoa es un puto bastardo. O sea, le van esos papeles... incluso en su corta irrupción en Peloteros (2006) es un golazo (no hablo de su rol de Jaguar porque... cae por su peso). El hecho es que lo han desaprovechado. No debió ser solo un Q que se encarga de suministrarle al 007 tecnología de punta. Me gustó Arenas, pero Ochoa podía haberlo eclipsado, aunque claro, esto implica cambiar la historia... ¡pero eso faltó! Leí en una noticia que el guion lo habían reescrito 14 veces... En mi opinión, reitero, se les fue el darle tan corto papel. Iza, por otro lado, queda impoluto tal como sale.
  5. Cuando Perro tirotea al rollizo empresario en la Costa Verde, a mi compañero le pareció notar que el arma, en cada halada del gatillo, se va para adelante. Y oigan, creo entender que es al revés, por la fuerza con que el cebador es empujado por el percutor, debió retroceder algo su brazo. O en su defecto, disparar no con el brazo al frente, sino situado de costado, para soportar mejor ese empuje con la flexión del codo.
  6. Pulir más. Redundante o no, llega un momento en que todo está listo y a rodar. Eso se acepta. Indudablemente, además, hay una multitud de profesionales plantados detrás de la cámara prestos a dar lo mejor de sí en esta actividad. Pero ahí tienen a Kubrick. A Kurosawa. A su obsesión con la perfección. Perro Guardián se hizo con $ 550,000, y en cinco semanas (de nuevo, según leí). Y me ha sorprendido. Con tan poco han logrado esto... a la otra, dupliquen estas cifras y notarán una gigantesca diferencia.

Calificación
     Esto último es algo innecesario, pero lo hago porque algo de profesor debo tener, y encuentro agradable el quehacer de puntuar. Seh, mera fruslería mía. Y aquí está, del uno al veinte, tal como son las calificaciones estándares en este país:

13.5

     O más ampliado (y no necesariamente producto de una operación aritmética):
  • Historia: 12 (buen inicio, solidez en el nudo, chuchaqui en el final).
  • Guion: 15,5 (buenas líneas, alguna que otra trillada... pudo estar mejor).
  • Fotografía: 18 (magnífica; faltó quizás algunas cuantas tomas mejor contrastadas).
  • Personajes: 17 (bien paridos, con personalidad e identidad marcada).
  • Actuación: 13 (culpa de Goñi y Alcántara en unas líneas, o el cómo muere García...).
  • Música: 15 (a veces muy cargada, o demasiado presente donde convenía el silencio).
  • Sonido: 17 (en el cine confundía; seguro en televisores no ni en monitores tampoco).
  • Producción: 16 (carros, locaciones, extras... todo bien, solo faltó afinar más la sangre).
  • Cartel: 18 (su propio estilo, su propia fuerza... bien hecho).
  • Avance: 20 (es excepcional, un tráiler de putamadre. Nada más que decir).

     No he visto El Mudo, estrenada hace pocos meses, pero sé que le pondría un 15 o un 17, y lo adelanto así sin verla. Es el mismo fenómeno que ocurre con Días de Santiago. Bueno, mencionemos algo que sí aprecié enteramente. A El espacio entre las cosas le doy 16. La miré por la plataforma web Márgenes a finales del año pasado. ¿De qué trata? De eso... del «espacio» entre las «cosas», lector mío. Ya haré una entrada dedicada a este filme. Solo lo traía a colación para que se den una idea de cómo doy mis notas. El chiste con Perro Guardián es que solo moviendo un engranaje adecuado en la historia y no dejándolo atracado, se iba para más que el filme de Raúl del Busto (el cual vi a la tercera, lo admito, ya que los dos primeros intentos terminaron en un profundo letargo). Y pasa con la acuarela audiovisual de este último que, dada su antinarrativa, tendría que mover cien engranajes (por ende, más meritorio para él) para avanzar, ya que él optó por este lenguaje complicado (un lenguaje X siempre debe hacerse entender eh, importante; no confundir con comprender, tomar noción plena del mensaje del emisor), y sin embargo hizo poesía urbana-humana visual. El debut de Bacha Caravedo y Chinón Higashioma está de putamadre... excepto por el final. La peli tuvo la pelota frente a la portería. Solo que tocó travesaño tras un disparo bien ejecutado (como esos tan hilarantes de Siu lam juk kau [2001]). Esto da a pensar (y creer) que tenemos a un buen jugador, que con mayor preparación va a anotar.
     Ambos directores han mostrado pericia en travellings, planos y ángulos excelentísimos. Incluso su avance con la canción en voz de Goñi, Soldado de Sion, me evocó a su par pero para el caso de la cinta Eraserhead (1977), con esa cancioncita de Laurel Near: In heaven, everything is fine. Y presiento que su siguiente filme va a tener fuerza (que ese algo que nos queda tras ver una buena peli es por la historia, señores). Tal vez el colofón sea como un impensable Nueve reinas o un desquiciante Lost Highway (1997). Y es que los finales de un filme son ciencia aparte. Y confío en estos muchachos. La tienen clara, aunque en este caso, solo levemente empañada. Esperemos, hijos míos (Uds. los lectores), y seremos recompensados por estos tentadores Coen de lo noir.
     Eso es todo. Disfrútenla en el cine (si sigue... aunque es probable que no, pero intenten). O vayan si la pasan en un centro cultural... o donde puedan, en lo posible de manera legal (para lo otro está pasaje 18 y el resto de Polvos Azules para las blockbuster gringas o europeas o asiáticas o africanas... u oceánicas): tanto esta peli como una de Loreto o Tacna o Huánuco, creo yo, merecen al menos esta deferencia de nuestra parte. El cine peruano está encauzado ya, que siga así. Así sea Leonidas Zegarra... no se me ocurre qué rayos acotar a esto. Chao.


Ficha técnica
  • LANZAMIENTO: Jueves 4 de setiembre de 2014.
  • TÍTULO ORIGINAL: Perro Guardián.
  • DIRECTOR: Baltazar Caravedo y Daniel Higashioma.
  • PRODUCCIÓN: Lorena Ugarteche y Gabriela del Prado.
  • PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Mapi Jiménez.
  • GUION: Baltazar Caravedo.
  • REPARTO: Carlos Alcántara, Reynaldo Arenas, Mayra Goñi, Miguel Iza, Ramón García, Juan Manuel Ochoa, Sandro Calderón, Oswaldo Bravo, Julia Ruiz, Nancy Cavagnari y José Medina.
  • DIRECTOR DE ARTE: Anaí Olivares Prieto.
  • FOTOGRAFÍA: Fergan Chávez Ferrer.
  • SONIDO: Omar Pareja.
  • EDICIÓN: Chino Pinto.
  • PRODUCTORA: Señor Z.
  • MÚSICA: Pauchi Sasaki.
  • PAÍS: Perú.
  • LENGUAJE: Español.
  • GÉNERO: Suspenso, drama, noir.
  • DURACIÓN: 88 minutos.
  • DISTRIBUIDORA: New Century Films.
  • SITIO FACEBOOK: https://www.facebook.com/perroguardian.pe?fref=ts
  • PÁGINA WEB: http://www.perroguardian.pe/
  • ARGUMENTO: Perro es un exmilitar que se encarga de asesinar personas de manera clandestina bajo las órdenes de un general. Es 2001 y se deroga la ley de amnistía que protegía a altos mandos castrenses implicados en crímenes de lesa humanidad, por lo que empiezan a fugar del país o se pierden de todo contacto. En medio de una misión, Perro descubre una propensión religiosa latente en él que lo conmina a cambiar los ideales de su vida. Cerca de esta revelación, la presencia de Milagros, una colegiala ahijada de un aspirante a pastor en una congregación cristiana, le plantea conflictos morales. Su pasado de verdugo y la inminente imposibilidad de reencontrarse con su familia lo empujan a cesar con su accionar violento. A la par, se entera del asesinato de su jefe y descubre la presencia de un traidor en su entorno. Actúa por primera vez al margen de sus órdenes al rechazar liquidar al líder de la iglesia gracias a la cual conoce a la adolescente. Por este es aleccionado a adoptar la causa de Dios como su raison d'être. Entonces, toma en sus manos la «celestial» misión de limpiar la escoria que lo rodea: fulmina al padrino (terrorista encubierto), a Mendieta (reemplazante de Chávez, su jefe, en la labor de facilitarle sus objetivos) así como a un muchacho que acosaba a Milagros. Con el segundo, al cual había sacado de su casa, inicia una pira en el desierto, durante la cual va entregando su espíritu a un trance purificador en el que renuncia a la sombra de sus pecados, muy aferrado a su Biblia. Milagros, a su lado ahora, se convierte en su nueva acompañante.





No hay comentarios:

Publicar un comentario